25
de mayo de 1810
La revolución inconclusa
No se resolvieron las tareas de la revolución
democrática, principalmente las tareas agrarias. Cuestión que aún hoy,
entrelazada con la nueva cuestión nacional en esta época del imperialismo y la
revolución proletaria, sigue sin resolverse.
Revolución
de Mayo y guerra de la independencia
El pronunciamiento de Buenos Aires del 25 de mayo de
1810, casi simultáneo al de Caracas del 19 de abril, marca en nuestro país el
inicio de una guerra prolongada y heroica –con la formación de los ejércitos
patrios, de las milicias y de las guerrillas originarias y campesinas; con
batallas decisivas como Suipacha, Tucumán y Maipú; con éxodos de pueblos
enteros como el jujeño y el oriental; con heroicas guerrillas como las dirigidas
por Güemes en Salta y Jujuy, y Arias, Arenales, Warnes, Muñecas, Padilla, Juana
Azurduy, los caciques Titicocha, Cáceres y Cumbay, y tantos otros en el Alto
Perú–, parte de los procesos de la guerra de la independencia en la mayoría de
los países de Latinoamérica, hasta la derrota definitiva de los colonialistas
españoles en los campos de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824.
En la guerra de emancipación nacional convergieron
las masas campesinas, sobre todo originarias, que protagonizaron los heroicos levantamientos
del Alto Perú, del noroeste y del noreste argentinos, del Paraguay y del
Uruguay; los sectores rurales y urbanos criollos democráticos y antifeudales,
como los expresados por Murillo en Bolivia, Gaspar de Francia en Paraguay,
Artigas en Uruguay y Moreno, Castelli, Belgrano y Vieytes en Argentina; y
además, los sectores de la aristocracia terrateniente criolla que, acordando en
la lucha por la independencia de España, lo hacían defendiendo sus privilegios
de clase y, por lo tanto, oponiéndose al desarrollo de los elementos
democráticos, antifeudales y populares.
La revolución de 1810 no fue simplemente el producto
de la acción de una elite cívica-militar. Como en toda verdadera revolución,
que enfrenta un poder constituido, hubo sí una minoría organizada en forma
conspirativa en el llamado Partido de la Independencia. Hubo también rebelión
de una parte de las fuerzas militares, inspirada por esa minoría, y sobre la
base del alzamiento popular generalizado.
La derrota de las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807,
en la que jugó un papel decisivo el pueblo de Buenos Aires en cuyas milicias
participaron también mujeres y negros, y las nuevas fuerzas militares creadas
en el curso de la defensa y lideradas por criollos, estimularon la agitación
política y militar, y la organización clandestina de los sectores patriotas.
El 25 de mayo se produjo el alzamiento que posibilitó
que los patriotas impusieran, en el Cabildo, la designación de un nuevo
gobierno provisorio, la Primera Junta y se creó un nuevo ejército liberador,
con los soldados y jefes que pasaron al bando patriota y las masas convocadas
por el grito de libertad, en el terreno abonado por los levantamientos
originarios y criollos previos.
El accionar de estas masas abrió el camino a los
ejércitos patrios y empantanó a los realistas, superiores en número y en
entrenamiento militar. Así fue en las campañas a la Mesopotamia y a la Banda
Oriental, y aun más claramente en las del Noroeste y el Alto Perú: las hondas y
macanas de los valientes cochabambinos dispersaron las fuerzas realistas y el 7
de noviembre de 1810, en Suipacha, el ejército revolucionario vence por primera
vez al ejército español; el éxodo de la mayoría del pueblo jujeño en 1812,
dejando sin recursos al enemigo, y el constante ataque de las guerrillas
impidiendo su abastecimiento por la Quebrada de Humahuaca, permitieron a
Belgrano derrotarlos en Tucumán y Salta. También los obstinados y titánicos
esfuerzos de las guerrillas mestizas y originarias desde Salta a Cuzco y Puno,
entre 1814 y 1824, fueron decisivos para frustrar los nuevos intentos realistas
de asentarse en Jujuy y Salta y avanzar hacia el sur, pese a que hubo sectores
oligárquicos locales que colaboraron con ellos.
El 9 de julio de 1816 el Congreso de Tucumán declaró
la independencia de España “y de cualquier otra dominación extranjera”. La
guerra de guerrillas de los pueblos de Salta, Jujuy y del Alto Perú, la
independencia de Paraguay liderada por Gaspar de Francia, y el curso de la
revolución en la Banda Oriental, encabezada por Artigas, permitieron mantener
la independencia declarada en Tucumán y cubrieron la espalda de San Martín, quien,
apoyándose en los pueblos de Cuyo, en acuerdos con los patriotas chilenos y con
el apoyo de los originarios de ambos lados de la cordillera pudo conducir la
epopeya histórica de construir el Ejército de los Andes y cruzar la Cordillera.
Tras el triunfo en Chacabuco, y a pesar del revés en
Cancha Rayada, el Ejército de los Andes pudo derrotar definitivamente a los
realistas en los campos de Maipú. Posteriormente, pese a la oposición de la
oligarquía bonaerense, pudo llegar por mar a Lima y contribuir a la
independencia del Perú.
La experiencia de la guerra revolucionaria de 1810 a 1824 mostró la
importancia de las masas campesinas y originarias y de sus formas de lucha: la
guerra de guerrillas y la guerra de recursos –retirando todos los posibles
abastecimientos del alcance de las tropas enemigas–, se mostraron como
instrumentos imprescindibles en este tipo de guerras. Cuando jefes criollos así
no lo entendieron, por su concepción de clase de la guerra, sufrieron grandes
reveses militares, dado que concentraron fuerzas para confrontar “ejército
contra ejército”, desatendiendo e incluso enfrentando –por supuestamente
anárquicas– a las guerrillas campesinas y originarias.
Pese a las múltiples disensiones internas –por la
heterogeneidad de los componentes del frente antiespañol–, la decisión de los
pueblos de defender la libertad con las armas en la mano permitió la
continuidad de la guerra emancipadora. Permitió, además, que se utilizaran a
favor de la independencia de nuestros países las disputas entre las distintas
potencias europeas que, junto a la sublevación del pueblo español desde 1808,
jugaron un papel importante en el debilitamiento del poder militar de la
corona. Así se logró la independencia nacional.
Sin estar derrotados los españoles en el norte de
Argentina, los terratenientes bonaerenses cambiaron de enemigo: pusieron como
blanco a Artigas; derrotado éste, ya con el gobierno de Martín Rodríguez, en
1820, comenzaron la campaña de exterminio a los originarios en la zona
pampeana.
La hegemonía de los terratenientes y grandes
mercaderes criollos hizo que fuera una revolución inconclusa: no se resolvieron
las tareas de la revolución democrática, principalmente las tareas agrarias.
Cuestión que aflora en todas las luchas posteriores y que aún hoy, entrelazada
con la nueva cuestión nacional en esta época del imperialismo y la revolución
proletaria, sigue sin resolverse.
(Extractado del
Programa del Partido Comunista Revolucionario de la Argentina, 11 Congreso, San
Luís, febrero de 2009).